El calentamiento global entre otras causas hace cada vez más frecuentes los casos de daños producidos por nuevos patógenos en cultivos de cualquier tipo, y que pocos años atrás no se conocían más que en bibliografía especializada en estos temas.
El chopo no es ajeno a esta problemática, plagas como la del Pulgón Lanígero cuya presencia en Castilla y León se ha incrementado en los últimos 10 años y que ataca con especial virulencia a clones Euramericanos (I-214, Mc, etc…) de “corteza rugosa”.
En el caso de clones Interamericanos como el Beaupre, Raspalje y Unal, son otros los patógenos que condicionan su cultivo. Sobre todo los hongos como la Melampsora (Royas) que afecta a las hojas, y Fusarium sp. (Arañazos de Gato) que afecta a la raíz, atacan de forma importante y sobre todo en los primeros años de vida del árbol, pudiendo causar serios daños en determinadas zonas donde las condiciones climatológicas y edáficas hacen viable el ataque de dichos hongos.
También se observa que los barrenillos (Paranthrene tabaniformis y Cryptorhynchus lapathi) atacan con más avidez a estos clones interamericanos en los primeros años de vida.
Como pasa con los cultivos agrícolas, los clones de chopo tienen sus fortalezas y debilidades frente a determinadas plagas y enfermedades (resistencias, tolerancias). La medida más eficaz como respuesta a este problema cada vez más presente en nuestra geografía es la diversidad clonal, es decir, utilizar distintos clones productivos tanto de especies interamericanas como de euramericanas, y así intentar frenar el avance de dichos patógenos, además de posibilitar una respuesta más rápida y eficaz frente a la presencia de un patógeno en particular en un área concreta.
Es más que conveniente cambiar esa imagen de cultivo monoclonal que fue hace tiempo la populicultura, en la que cientos de hectáreas eran plantadas con un solo clon, dando como resultado una variabilidad genética nula, incapaz de frenar el avance de cualquier amenaza que se presentara ante sí.